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Trampas de la formación para el trabajo

Adultos profesionales y jóvenes estudiantes no aprenden de la misma forma Nuestra época es de cambio vertiginoso, lo que hace inevitable la educación durante toda la vida, sobre todo para el trabajo. Sin embargo, es común el error de capacitar a adultos y adultas de la misma forma en que son tratados niñas, niños y jóvenes en escuelas y universidades. No es lo mismo educar estudiantes en un salón con pupitres que adultos en su lugar de labor. Las diferencias son tan grandes que bien vale la pena entender lo que pasa. En institutos y universidades ocurre algo asombroso: como el profesorado requiere de formación permanente, al mismo tiempo que se encarga de impartir educación para los jóvenes, parece normal querer aplicar las mismas estrategias en ambos casos. Es extraño: los expertos en educar escolares, quienes no lo son, intentan formarse como si lo fueran. Según Malcolm Knowles, creador de la andragogía, o educación de los adultos, la necesidad de saber difiere radicalmente

El aprendizaje informal en las organizaciones

Aprendemos a trabajar colaborando con otros (y otras, por supuesto) Pertenezco a una organización que requiere de un proceso de formación continua. Nuestra misión es compleja y nuestra visión a futuro, ambiciosa. Lo que hacemos, o dejamos de hacer, cambia definitivamente el futuro de muchas personas, jóvenes y con gran potencial todas ellas. La responsabilidad es muy grande. La organización enfrenta esta necesidad por medio de cursos y talleres: salón, pupitres, facilitadores, temarios, actividades, evaluación... A pesar de la indudable calidad de esta programación, quienes asistimos sentimos que se quedan muy cortos en cuanto a entender la complejidad de nuestro diario laborar, como punto de partida para mejorar. Proporcionan capacitación personal, pero no ayudan a establecer relaciones y procesos que innoven o mejoren lo que hacemos fuera del aula de capacitación. Al terminar, los asistentes sabemos más de algún tema, pero no necesariamente estamos mejor habilitados para re

El aprendizaje de doble circuito

Casi nunca cuestionamos los supuestos acerca del trabajo Imagine el lector la siguiente situación: le proporcionan un mapa para entregar un paquete. La primera vez que esto ocurre, el lector no tiene problema: consulta el mapa, traza una ruta y encuentra fácilmente la dirección buscada. El lector aprendió a usar el mapa para entregar el paquete. La segunda vez ocurre algo inesperado: al planear la entrega del paquete, el lector se da cuenta de que la estrategia que siguió antes no le funcionará, porque la calle que tomó está inundada. Decide consultar el mapa para trazar otra ruta, una especial porque no es la más sencilla y requiere de un rodeo para encontrar la dirección. El lector aprendió algo nuevo: a usar el mapa para enfrentar una dificultad, trazar una ruta especial y entregar así el paquete. La tercera vez sucede algo verdaderamente extraño: está lloviendo otra vez y las avenidas que ha tomado anteriormente están totalmente inundadas; el lector traza entonces una nue

La grilla organizacional… y otros demonios

No todo el aprendizaje es productivo El aprendizaje colectivo, al igual que el personal, no necesariamente es para bien. Una organización puede ser muy efectiva sin que esto constituya algo productivo. Durante la Segunda Guerra Mundial, la burocracia nazi aprendió rápido y fue cada vez más eficiente para aniquilar personas. Esto no puede, bajo ninguna circunstancia, entenderse como un aprendizaje productivo. Además, en cualquier colectividad se adquieren patrones de pensamiento y comportamiento que pueden inhibir el aprendizaje útil; a estos aprendizajes les llamamos grilla y conflicto, que tampoco son algo productivo. Y cuando ocurren es común creer que estos problemas relacionales se deben a las personalidades de los involucrados. Como explicación de los errores detectados en las labores cotidianas, se aduce que tal persona es nociva, indolente, grosera, boba, autoritaria, necia, incompetente... Estas características pueden ser ciertas, pero no son el origen de la mayor parte

Universidades que aprenden

No es lo mismo enseñar que aprender Algo muy paradójico es que las universidades son instituciones dedicadas al aprendizaje de sus estudiantes… al mismo tiempo que tienen enormes dificultades para aprender como colectividad. Son sistemas llenos de paradojas y contradicciones, lo cual es parte de su riqueza pero también de sus grandes problemas. ¿Cuándo se puede decir que una universidad aprende? Hay aprendizaje organizacional cuando sus miembros tienen una experiencia que entienden como un problema y deciden indagar al respecto. El punto clave radica en que no lo hagan a título personal, sino a nombre de la colectividad. Por ejemplo, cuando en una universidad sus académicos quieren hacer mejor una labor, como la tutoría de sus estudiantes. Una indagación como ésta puede entenderse así: la estrecha relación del pensamiento con la acción para resolver una duda. Es un concepto del filósofo John Dewey. Y un problema, como la sorpresa que causa la aparición de algo diferente a

No cualquier grupo es una organización

Una organización es un grupo politizado Los colectivos de personas son mucho más que la suma de sus integrantes. Forman sistemas, con características adicionales a las de sus miembros. Y estos sistemas pueden operar bien… o no. Piense el lector en los equipos de futbol con nóminas carísimas, puro figurón, y que no terminan de dar pie con bola: buenos jugadores y malísimos equipos. ¿Qué es lo que hace que sí funcionen? Su organización. Pero… ¿qué quiere decir esto: organizarse? A veces las colectividades saben o pueden menos que sus miembros; es el caso referido de los equipos integrados por estrellas y que no dan una. En otras, muy dramáticas, los equipos parecen incapacitados para aprender lo que todos, absolutamente todos, sus integrantes saben perfectamente. Recuerde el lector cuando formó parte de una colectividad en la que todos sabían que había un elefante en medio de la sala y fingían que no pasaba nada; por ejemplo, la presencia de un jefe autoritario (y hasta psicopáti

Buenos jugadores, mal equipo

Aprenden las personas pero también las colectividades que las incluyen Todos y todas hemos tenido alguna mala experiencia con algún servicio, en una institución o en una empresa. Sin pensarlo, culpamos de la fea sorpresa a quien nos atendió. Pero quizá esa persona no tiene la culpa; es posible que lo que la incluye —su equipo de trabajo, si división o su departamento— no le permita solucionar efectivamente nuestro problema, a pesar de sus mejores intenciones. A lo que nos enfrentamos es a la pregunta siguiente: ¿aprenden los agregados de personas, como los equipos de trabajo, las divisiones, los departamentos y las organizaciones? ¿O solo aprenden sus integrantes? Lo más sensato es sostener que ocurren ambas situaciones. Pudiera ser buena idea reflexionar esto antes de lanzar una molesta acusación. En nuestro lenguaje cotidiano comúnmente decimos que tal grupo piensa bien, o que no razona, o que aprovecha sus experiencias o que no aprende. Podemos diferenciar el nivel person